Por su poética simbólica y arquetípica el Tarot constituye por sí mismo un lenguaje literario. Podríamos describirlo como un juego de 78 cartas que entre ellas forman un libro interactivo, sin una estructura lineal, con un final abierto y con diferentes itinerarios de lectura, como una historia que se desarrolla en diferentes tramas, que se va construyendo a medida que se lee y con diferentes finales.

El tarot tiene un aspecto multidimensional, las cartas contienen todas las posibilidades realizables y todas sucediendo al mismo tiempo. A la hora de responder a una pregunta, las cartas nos van presentando sincrónicamente un relato con una cierta estructura en el que aparecen diferentes opciones de respuesta en función del enfoque con el que formulamos cada pregunta. La tirada de cartas reflejará los antecedentes de nuestra situación presente y la posible evolución futura, nos mostrará aquellos obstáculos que se oponen a la cuestión que hemos planteado y también los aspectos que están a favor, así como las personas implicadas en ella.

Aunque a cada carta del Tarot se le puede asignar un significado concreto, en una lectura no hay una interpretación literal de cada carta porque la interpretación es subjetiva y puede variar según el contexto y el lector.

Más allá de interpretar las cartas con ayuda de significados fijos y palabras clave, podemos leer muchas otras cosas en las imágenes y símbolos del Tarot. En una tirada van apareciendo una serie de imágenes que podemos interpretar a través de nuestra intuición si ponemos atención a las sensaciones, pensamientos, sentimientos y emociones que nos transmiten.

A partir del contacto visual podemos trabajar con cada una de las imágenes que nos aparecen en la lectura cartomántica, con las que podemos ir interactuando para poder averiguar hacia dónde nos estamos encaminando según las decisiones que estamos tomando en el camino de nuestra vida.

Podemos utilizar las cartas para identificar aquellos aspectos que hemos mantenido en la sombra, todo lo que no queremos reconocer en nosotros mismos, lo que nos permite trabajar en la integración de aquellos temores, traumas, inseguridades o deseos no revelados, y todos los demás aspectos ocultos y reprimidos de nuestra personalidad. En este sentido podemos decir que cada carta es un espejo.

El tarot es un viaje de autoexploración, una herramienta de adivinación y de autoconocimiento para obtener respuestas, que nos ofrece la posibilidad de entender nuestro presente y por tanto, de explorar nuestro futuro.

Y aunque sabemos que el destino en cierto modo ya está escrito también sabemos que algunas cosas pueden ser cambiadas y en consecuencia, ese destino también puede ser modificado. Porque si las cartas nos cuentan la historia de lo que en este momento nos está sucediendo, el final de esta historia siempre lo decidimos nosotros.

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